Este es el blog del grupo de montaña del Paseito. Aquí encontrarás información y comentarios de nuestras excursiones, propuestas de nuevas rutas y diversa documentación relacionada con el senderismo y el medio ambiente. Bienvenid@


Nuestro grupo se creó en enero de 2003, cuando realizamos nuestra primera excursión. Desde entonces nos contemplan ya un largo camino de salidas a nuestras montañas, en particular a la vecina Sierra de Guadarrama

miércoles, 8 de junio de 2011

UN OCHO MIL ESPECIAL

Este es mi último post de la semana, antes de la prueba de los 100, me ha parecido muy interesante, pues habla de temas aunque relacionados con la montaña, nos acercan a la naturaleza humana, a cómo afrontamos el hecho de ser hombres y mujeres, espero que os de para pensar.

Se trata de una entrevista publicada en DESNIVEL realizada a la alpinista asturiana Rosa Fernández que ha ascendido su quinto ochomil, el Kangchenjunga, después de haber superado un cáncer.

Kanchenjunga

En el haber de Rosa Fernández ya había cuatro ochomiles, el Everest, el Makalu -ambos con oxígeno-, el Lhotse y el G2. Tras superar a otro “gigante” como es un cáncer de mama, la asturiana se propuso un reto a la medida, un reto gigante, el Kangchenjunga, que escaló por la vía normal de la cara sur y con oxígeno a partir del campo 4.

Tras no haber abandonado sus entrenamientos durante el tratamiento, llegaba al Himalaya fuerte; muy fuerte. Tanto, que en el campo base la rebautizaron como Rosa Wanda, en honor a la gran alpinista polaca, uno de los referentes alpinísticos de Rosa. En este coloso del Himalaya, Wanda perdió la vida; en cambio, para Rosa, éste ha sido el principio de una vida nueva.

Conseguiste hollar la cima del Kangchenjunga el pasado 20 de mayo; es tu quinto ochomil y el primero tras superar el cáncer que te diagnosticaron ¿A qué sabe una cima así tras los problemas que has superado?
El Kangchenjunga es la montaña más difícil de los cinco ochomiles que he intentado. Para mí era un reto personal, ya que había terminado el tratamiento de la enfermedad en abril. En realidad, ir al Kangchenjunga no fue idea mía, sino de Óscar Cadiach, que me dijo que era la mejor posibilidad que había y que teníamos que intentarlo. A mí me parecía demasiada montaña. Pero después de superar el cáncer me sentía más fuerte; y en la montaña me acordaba de todas las horas en el hospital y eso me hacía ser más fuerte para llegar allí arriba.

¿Cómo viste el Kangchenjunga en comparación al resto de ochomiles a los que has ido?
Es diferente. Además estoy acostumbrada a ir en grupos pequeños, y esta vez iba en una expedición grande, con otras once personas. Sólo el hecho de llegar al campo base es tremendo, y tuvimos que traer a porteadores muy fuertes, procedentes de  la zona del Makalu. Incluso dos expediciones se quedaron sin comida y tuvieron que volver a bajar, por lo que el hecho de llegar al campo base tiene mucho mérito.
La montaña en sí es muy difícil; las distancias entre los diferentes campos son muy largas y además son tramos peligrosos, con peligros de avalanchas. En este momento había muy poca gente en la montaña y a partir del campo 3 está sin equipar, ya que las cuerdas que quedan  están muy viejas, inservibles. Encima, la ruta es difícil de localizar; por ejemplo, unas semanas antes de llegar nosotros, una expedición de rusos se perdió intentando localizar la ruta.

Aquí falleció uno de tus referentes alpinísticos, la alpinista polaca Wanda Rutkiewicz…
Sí; fue algo muy especial, porque le tenía mucho aprecio. Cuando vino aquí ella tenía cerca de 50 años y eso me llamó la atención. Allí estaba Mario, un amigo italiano, y me dijo que me llamaban Rosa Wanda, porque estaba muy fuerte. La verdad es que pensé en ella a menudo.

Tú llegaste a cumbre, pero tu compañero, Óscar Cadiach, te tuvo que esperar en el campo 4 ¿Qué pasó?
Nuestra idea era hacer cumbre el 17 de mayo. Subimos ese día, pero el tiempo era malo; al día siguiente también. Nos quedamos en el campo 3 este tiempo y Óscar estaba cansado de esperar. Pensamos en bajar de nuevo al campo base, pero nos dijeron que desde allí algunos subían para intentar hacer cumbre. Óscar decidió salir con un iraní hacia el campo 4 porque decía que necesitaba moverse, y yo esperé al día siguiente.

Ellos intentaron llegar a cumbre pero se tuvieron que quedar en el campo 4. Con mi sherpa subimos a las 7 y media de la tarde y vi que Óscar iba muy retrasado; me encontré con él y le acompañé un tiempo, ayudándole a quitarle hielo del mono, porque tenía mucho frío. Como mi sherpa venía por detrás con agua caliente, me adelanté. Óscar se quedó entre los 8.300 y los 8.200 metros y se bajó con un suizo.
Yo tuve la suerte de llegar. Cuando amaneció, después de parar en el vivac, que es el único sitio en el que realmente te puedes parar a beber, descansar, quitarte la mochila… Ahí supe que lo iba a conseguir, porque era muy temprano.

¿Cómo fue tu preparación tras superar el cáncer de mama?
No dejé de entrenar en ningún momento. Con Nicolás Terrados, mi médico, lo planeamos todo. Entrenaba más horas, pero menos intensidad, porque en cuanto te pasabas un poco, vomitaba. Además tenía las defensas y el hematocrito muy bajos. Lo bueno, según el doctor, es que estaba acostumbrando al cuerpo a trabajar con poco oxígeno. También hice mucha bici, esquí de travesía… En marzo fue cuando vi que estaba muy bien.

Durante tu tratamiento, tú misma les pediste a los médicos que te dejaran volver a la montaña
¿En qué medida te ayudó esto?
Fue muy importante. El oncólogo me dijo que si mi cabeza pensaba que estar fuera me iba a ayudar, aunque me perdiera un mes y medio de tratamiento, no me iba a morir. Hacer lo que me gusta me ayudaba a olvidarme del hospital; tienes que pensar que no va a pasar nada, que hay que seguir viviendo; incluso tienes más ganas de hacer cosas que las personas “normales”.

Durante la expedición previa al Kangchenjunga pierdes a tu compañera de campo base
¿Qué se te pasa por la cabeza en esos momentos?
Es lo más duro que te puede pasar en una montaña. Fue en el Broad Peak. Yo diría que es la cara más triste de la montaña.

Otra de las iniciativas en la que tomas parte es en la creación de “Una a una”, un club de BTT para chicas, tras completar el Camino de Santiago.
 ¿Cómo va este proyecto?
Bien; queremos ser el club más grande de España. Ya somos 37 socias y la verdad es que es muy bueno para todas, ya que muchas no tienen con quien salir a pedalear, o con los que normalmente salen tienen más nivel y tienen que esperarlas. Aquí mejoran las unas gracias a las otras, se motivan mucho más.

Superar una enfermedad como el cáncer ¿tiene algo que ver con superar un ochomil?
Es diferente. Cuando te dicen que tienes cáncer, ves que tu vida está en peligro; en la montaña también lo está, pero no es lo mismo. Sin duda es más duro que un ochomil. El cáncer ha sido mi montaña más difícil, pero me ha hecho ser más fuerte.

¿Qué le dirías a otros montañeros con problemas de salud?
Que salir es muy importante, no puedes quedarte en casa. Hay que ir poco a poco, porque no todos tenemos el mismo aguante. Es importante buscar algo que te llene y que te haga olvidarte de la enfermedad. La cabeza es el 50% de la recuperación

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