Este año mis 100 kilómetros acabaron en el 73, a las 3.15 de la mañana. Por culpa de un síncope por agotamiento físico. Pero comencemos por el principio.
Nos reunimos temprano la mañana del sábado en Polideportivo Juan Antonio Samaranch de Colmenar Viejo: Alfonso, Hussein, Jose Antonio (que iban a realizar 35 kilómetros), Rubén y yo que íbamos a por los 100. Todos ellos noveles menos yo que ya los realicé el año pasado. A todos nos gustó ese ambiente tan especial de los preparativos de las competiciones, el polideportivo poco a poco se fue llenando de gentes de distintas edades y procedencias animados por un objetivo común.
Nos reunimos temprano la mañana del sábado en Polideportivo Juan Antonio Samaranch de Colmenar Viejo: Alfonso, Hussein, Jose Antonio (que iban a realizar 35 kilómetros), Rubén y yo que íbamos a por los 100. Todos ellos noveles menos yo que ya los realicé el año pasado. A todos nos gustó ese ambiente tan especial de los preparativos de las competiciones, el polideportivo poco a poco se fue llenando de gentes de distintas edades y procedencias animados por un objetivo común.
A las 12 se dio la multitudinaria salida, como suele suceder entre el pitido inicial y el propio movimiento pasa un rato, proporcional a la gente que hay delante de ti y a la urgencia de la carrera. Esto de los 100 no es una carrera y tampoco hay prisa, tienes todo un día por delante, por lo que no hace falta precipitarse. Tal vez si colocarse delante para no sufrir tantos parones.
La multicolor caravana de senderistas llenas las calles de Colmenar, los primeros kilómetros son urbanos, pues esto ya no puede llamarse “pueblo” y el paisaje urbano se prolonga bastante tiempo. Luego se avanza por un estrecho camino, con lo que la fila se alarga y los parones son frecuentes en los cuellos de botella. Se charla animadamente y si miras hacia delante ves la larga fila de caminantes que se extiende sin fin. Si te fijas en los rostros, algunos te irás encontrando a lo largo del camino en diferentes momentos.
Por fin en el primer avituallamiento debajo de un puente y junto a la orilla del río manzanares el camino se ensancha. Aunque aún sigue el nutrido pelotón. Se van ganado metros constantemente aunque de forma pausada. Antes de llegar al segundo avituallamiento ya vemos a los corredores que regresan después de haber completado el primer bucle del recorrido. En el segundo avituallamiento el calor comienza a apretar más. Nos viene muy bien el medio plátano que nos suministran y afrontamos un pequeño repecho que nos lleva después a una bajada muy fuerte. Rubén y yo la bajamos trotando, una acción que luego juzgaremos como una tontería pues supone una sobrecarga innecesaria para las rodillas que ese día recibirán un buen machaque.
La multicolor caravana de senderistas llenas las calles de Colmenar, los primeros kilómetros son urbanos, pues esto ya no puede llamarse “pueblo” y el paisaje urbano se prolonga bastante tiempo. Luego se avanza por un estrecho camino, con lo que la fila se alarga y los parones son frecuentes en los cuellos de botella. Se charla animadamente y si miras hacia delante ves la larga fila de caminantes que se extiende sin fin. Si te fijas en los rostros, algunos te irás encontrando a lo largo del camino en diferentes momentos.
Por fin en el primer avituallamiento debajo de un puente y junto a la orilla del río manzanares el camino se ensancha. Aunque aún sigue el nutrido pelotón. Se van ganado metros constantemente aunque de forma pausada. Antes de llegar al segundo avituallamiento ya vemos a los corredores que regresan después de haber completado el primer bucle del recorrido. En el segundo avituallamiento el calor comienza a apretar más. Nos viene muy bien el medio plátano que nos suministran y afrontamos un pequeño repecho que nos lleva después a una bajada muy fuerte. Rubén y yo la bajamos trotando, una acción que luego juzgaremos como una tontería pues supone una sobrecarga innecesaria para las rodillas que ese día recibirán un buen machaque.
El tercer avituallamiento está no lejos de Manzanares, supone el punto más septentrional que alcanzamos. Es una zona arbolada con algunas mesas y fresca sombra que invitan al descanso. Aquí hicimos una breve parada, estábamos todavía bastante enteros. Sigue luego el camino por un estrecho sendero que va a buscar otra vía pecuaria que nos baja al segundo avituallamiento que es también el cuarto cerrando el bucle. El calor apretaba más pero el camino de bajada era más liviana. Por arte de magia el extenso grupo parece haberse disuelto y se va casi solo.
La cómoda pista llega a un paso debajo de las vías de tren donde está el quinto avituallamiento. Aquí comienzan las separaciones: Alfonso y Hussein tienen problemas con las ampollas por lo que seguirán a un ritmo mucho más lento. Además luego Alfonso tendrá un medio corte de digestión sufriendo bastante hasta llegar a Colmenar. Nosotros seguimos junto al arcén de la vía de tren para dejarla más adelante, y seguir por otro camino un tanto incómodo que nos llevará a la entrada de Colmenar. Lo que puede parece un alivio es una pequeña tortura pues esta travesía urbana, larga, después de 30 kilómetros y 6 horas de marcha parece un suplicio.
Alcanzamos por fin el polideportivo de Colmenar habiendo superado los 35 kilómetros. Son las 6.20. Comemos algo y descansamos un poco. Nos sentimos con suficientes fuerzas. Jose Antonio aunque se había apuntado a los 35 decide acompañarnos al menos a Tres Cantos. Comenzamos la segunda parte del recorrido, antes de que Hussein y Alfonso lleguen al polideportivo. Se trata de un terreno relativamente cómodo que nos hace avanzar sin problemas. Lo peor es la última parte junto a la tapia del Pardo en el que existe una fuerte subida. Rubén se nos escapa por delante y Jose Antonio y yo aguantamos el tipo. Jose Antonio tiene una enorme ampolla en el talón que se tapa con un compeed.
La cómoda pista llega a un paso debajo de las vías de tren donde está el quinto avituallamiento. Aquí comienzan las separaciones: Alfonso y Hussein tienen problemas con las ampollas por lo que seguirán a un ritmo mucho más lento. Además luego Alfonso tendrá un medio corte de digestión sufriendo bastante hasta llegar a Colmenar. Nosotros seguimos junto al arcén de la vía de tren para dejarla más adelante, y seguir por otro camino un tanto incómodo que nos llevará a la entrada de Colmenar. Lo que puede parece un alivio es una pequeña tortura pues esta travesía urbana, larga, después de 30 kilómetros y 6 horas de marcha parece un suplicio.
Alcanzamos por fin el polideportivo de Colmenar habiendo superado los 35 kilómetros. Son las 6.20. Comemos algo y descansamos un poco. Nos sentimos con suficientes fuerzas. Jose Antonio aunque se había apuntado a los 35 decide acompañarnos al menos a Tres Cantos. Comenzamos la segunda parte del recorrido, antes de que Hussein y Alfonso lleguen al polideportivo. Se trata de un terreno relativamente cómodo que nos hace avanzar sin problemas. Lo peor es la última parte junto a la tapia del Pardo en el que existe una fuerte subida. Rubén se nos escapa por delante y Jose Antonio y yo aguantamos el tipo. Jose Antonio tiene una enorme ampolla en el talón que se tapa con un compeed.
Llegamos al polideportivo de Tres Cantos a las 22.10, llevamos 52 kilómetros, un poco antes atravesamos unas terrazas donde la gente está cenando tranquilamente, les digo a Rubén a Jose Antonio que no miren, que se trata sólo de una ilusión.
En Tres Cantos cometo un error. El alimentarme poco y descansar también poco. Íbamos bien de tiempo por lo que un descanso más largo, y una serie de estiramientos nos hubiera venido muy bien. Los 100 no es una marcha cualquiera, no se puede ir con mentalidad de llegar lo antes posible, sino se trata de conservar las fuerzas para poder llegar.
Jose Antonio se quedó en Tres Cantos. Y Rubén y yo nos lanzamos a la noche. Eran las 23 horas, la misma hora en la que el año pasado llegábamos a Tres Cantos. Teníamos delante de nosotros un largo recorrido de 20 kilómetros con sólo tres avituallamientos. Fuimos a un ritmo elevado para esa altura de día. Desde el principio noté que íba menos cómodo que el año pasado, sufriendo más por la larga marcha y sobre todo en los trozos de camino más irregulares, con pequeñas zanjas y zonas descarnadas que lo hacían sumamente incómodo. El camino se estrecha junto a la valla del Castillo de Viñuelas, son varios kilómetros penosos en el que hay que poner atención a los charcos que hay en el medio del camino.
En Tres Cantos cometo un error. El alimentarme poco y descansar también poco. Íbamos bien de tiempo por lo que un descanso más largo, y una serie de estiramientos nos hubiera venido muy bien. Los 100 no es una marcha cualquiera, no se puede ir con mentalidad de llegar lo antes posible, sino se trata de conservar las fuerzas para poder llegar.
Jose Antonio se quedó en Tres Cantos. Y Rubén y yo nos lanzamos a la noche. Eran las 23 horas, la misma hora en la que el año pasado llegábamos a Tres Cantos. Teníamos delante de nosotros un largo recorrido de 20 kilómetros con sólo tres avituallamientos. Fuimos a un ritmo elevado para esa altura de día. Desde el principio noté que íba menos cómodo que el año pasado, sufriendo más por la larga marcha y sobre todo en los trozos de camino más irregulares, con pequeñas zanjas y zonas descarnadas que lo hacían sumamente incómodo. El camino se estrecha junto a la valla del Castillo de Viñuelas, son varios kilómetros penosos en el que hay que poner atención a los charcos que hay en el medio del camino.
Iba subiendo la ansiedad y menguando las fuerzas, la noche que es un momento agradable para andar se iba convirtiendo en pesadilla. No hicimos ninguna parada en las 4 horas, sólo un momento en los avituallamientos para beber agua. Otro error. Y tampoco bajamos el ritmo. Pasamos al lado de una chica que iba diciendo: ¿Para qué nos metemos en cosas como éstas? Buena pregunta, aunque ya estaba débil como para contestar. Por fin hay una larga e inacabable subida para bajar luego al deseado Polideportivo. Está situado en el kilómetro 73 y desde él, el terreno es menos complicado.
Nada más llegar y sellar el rutómetro comencé a notar una sensación extraña, le dije a Rubén que avisara a los de Protección Civil que estaban al lado, me tumbaron en una camilla, perdí el conocimiento y los 100 se habían terminado para mí, a las 3.20 de la mañana. Rubén, en un gesto que le honra como persona, también acabó su marcha y me acompañó al hospital. A las 8 me dieron el alta, después de varios sueros y haberme repuesto en la zona de observación.
Siempre se aprende de los errores, y hay que enfrentarse a una prueba como los 100 con una táctica adecuada: La lentitud. No significa no correr, sino marchar de la forma precisa para hacer cien kilómetros sin dejarse la vida en ello (ni la salud). Durante el camino, sobretodo en la larga noche me juré que no iba a volver a hacer una cosa así. Después de haberme recuperado veo las cosas de modo distinto, espero al menos afrontar la prueba con más sabiduría.
Felicitaciones a Quique y Javi que terminaron la prueba sin mayores “esfuerzos”
Felicitaciones también a Alfonso, Hussein y Jose Antonio, por su valentía al afrontar este reto.
Felicitaciones especiales a Rubén, tal vez nos llevaste demasiado rápido, pero demostraste ser en el momento duro de la noche una gran persona.
Siempre se aprende de los errores, y hay que enfrentarse a una prueba como los 100 con una táctica adecuada: La lentitud. No significa no correr, sino marchar de la forma precisa para hacer cien kilómetros sin dejarse la vida en ello (ni la salud). Durante el camino, sobretodo en la larga noche me juré que no iba a volver a hacer una cosa así. Después de haberme recuperado veo las cosas de modo distinto, espero al menos afrontar la prueba con más sabiduría.
Felicitaciones a Quique y Javi que terminaron la prueba sin mayores “esfuerzos”
Felicitaciones también a Alfonso, Hussein y Jose Antonio, por su valentía al afrontar este reto.
Felicitaciones especiales a Rubén, tal vez nos llevaste demasiado rápido, pero demostraste ser en el momento duro de la noche una gran persona.
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