Este es el blog del grupo de montaña del Paseito. Aquí encontrarás información y comentarios de nuestras excursiones, propuestas de nuevas rutas y diversa documentación relacionada con el senderismo y el medio ambiente. Bienvenid@


Nuestro grupo se creó en enero de 2003, cuando realizamos nuestra primera excursión. Desde entonces nos contemplan ya un largo camino de salidas a nuestras montañas, en particular a la vecina Sierra de Guadarrama

lunes, 26 de septiembre de 2011

TRAVESIA PUERTO QUESERA – ERMITA DE HONTANARES

PUNTO DE ENCUENTRO: Ermita de Hontanares (Riaza). Hora: 9.15. Sábado 1 de Octubre

DESCRIPCION DE LA RUTA:

El agreste y aislado Collado de la Quesera (1710 m.) = Puerto de la Quesera, es el punto fundamental para atravesar la Sierra de la Tejera Negra, en el corazón de la Sierra de Ayllón. La vista desde el collado es hermosa, un laberinto de distintas cuerdas que arrancan en diferentes direcciones, separadas por profundos y solitarios valles. Dominan en sus ásperas laderas los apretados pinares de repoblación y todo el conjunto es de una admirable sobriedad y salvaje belleza.

Nosotros, en esta ocasión, vamos a recorrer la llamada Cuerda de las Berceas, que en dirección Sur-Norte, arranca desde el Collado de la Quesera para venir a perderse posteriormente en la llanura segoviana. Su altura principal es La Buitrera (2046 m.,) no tan hermosa como otras cumbres de la Sierra de Ayllón ya que no se presenta aislada sino incrustada en plena cuerda ya de por sí de considerable altura: antes de alcanzar la Buitrera hay que pasar respectivamente por el Alto del Parrejón y el Alto del Cervunalillo que no le van a la zaga en altitud.

La visión que nos regala el transcurrir por la cuerda es soberbia en ambas vertientes, a nuestra izquierda, al regazo de la peña de la Silla y el mismo puerto de la Quesera, se esconde el Hayedo de la Pedrosa, que nos quedará un poco más debajo de nuestro camino, y que acompaña los primeros pasos del río Riaza. La cuerda es el límite occidental del Parque Natural de Tejera Negra, justo a los pies del Alto de Parrejón arranca la cabecera del Río Sorbe y alrededor de él se extiende el Hayedo de Tejera Negra, una idea de la extensión del mismo, a vista de pájaro obtendremos desde distintos puntos del camino, donde la cuerda se abre a auténticos despeñaderos que ofrecen preciosos balcones para disfrutar de la visión del hayedo, tal vez tintado con los primeros colores del otoño.

Por fin alcanzaremos nuestro objetivo, el enriscado vértice de la Buitrera, un precioso paraje donde detenerse y regalarse con la vista. Desde aquí la cuerda empieza a perder rápidamente altura, pasamos por la amplia pradera llamada de Zopegado, para más adelante, en el denominado Collado Cimero, abandonar la cuerda por el occidente y tomar un cómodo sendero que atraviesa un espeso robledal que debe llevarnos a nuestro punto final: la ermita de Hontanares, no lejos de la localidad de Riaza.


jueves, 22 de septiembre de 2011

EXCURSION A PICOS

El verano que estamos a punto de despedir ha sido pródigo desde el punto de vista montañero: Pirineos, Guadarrama, Gredos, Picos, me han regalado estupendas jornadas montañeras que llevo en mi recuerdo. Sin duda cuanto más subes más quisieras conocer y disfrutar de esos paisajes apartados, lejos del bullicio, donde se disfruta de horizontes ilimitados y un aire puro y limpio.


Mi último periplo ha sido en Picos, en un apretado viaje que hice con Arawak el fin de semana del 9-12 de septiembre, aprovechando el puente festivo. Fue un viaje intenso y movido que dejó tres excursiones memorables en el Macizo Central de Picos.

La cosa ya empezó bien en el viaje de ida donde el guía nos puso un DVD, remasterizado, con grabaciones originales de Navarro y Rabadá realizando ascensiones en los años 61, 62 y 63. Era entrañable ver esas “extrañas y precarias” equipaciones con las que se enfrentabas a las paredes verticales, con determinación y valentía.

Una de esa grabaciones correspondía a la primera ascensión que realizaron, abriendo una vía por la cara oeste de Bulnes. Todo un prodigio si se tiene en cuenta además de la dificultad técnica, los medios técnicos con los que se afrontaba la empresa. Sin duda esta pareja formaban la mejor cordada de la época, trágicamente interrumpida en la pared del Eiger donde los dos murieron, en el ventisquero de la araña, incapaces de vencer a las dificultades climáticas que se abalanzaron en contra de ellos.


Aun con el regusto de las imágenes llegamos a Asturias y nada más descender del autobús acometidos la primera excursión: la subida al Peñamellera, denominado el Cervino asturiano, en una metáfora algo exagerada. La subida no es complicada hasta un collado a unos 200 metros de la cima, esta última parte comporta mayor dificultades pues exige de alguna trepada “soportando” la presencia de un buen patio que se va abriendo a los pies. Yo con un grupo optamos por permanecer en el collado y no afrontar el “desafío” final.


No fue tampoco sencilla la primera subida, a base de fuertes rampas en un camino con buen firme, ya que comenzamos a andar a las dos, después del viaje desde Madrid con un fuerte calor impropio de estas latitudes que nos hizo sudar más de la cuenta. Después de reponer fuerzas todo el camino ya era una agradable bajada hasta el lugar donde estaba el autobús, en la carretera que se dirige a Panes donde se encontraba nuestro hotel.


Nuestro segundo día era el gran reto: subir al refugio de Vega Urriellu, en el mismo pie del Naranjo de Bulnes. Yo lo afrontaba con un especial temor, ya que el año pasado me quedé clavado en Collado Vallejo y no pude seguir adelante. Este año pensaba que con las marchas de preparación que había realizado en agosto podría afrontarlo con más éxito.


La verdad que no se trata de una ascensión difícil, el camino está bien trazado y aunque tiene puntos de fuerte pendiente se va remotando sin grandes dificultades. A mitad de camino nos comienza a animar la impresionante vista del Naranjo que parece desafiarnos desde allí arriba. El escenario comienza pronto a tomar visos de una grandeza incomparable que te insufla fuerzas cuando parece que está al límite.


Tuvimos la suerte de tener un dia claro despejado que no nos ocultó la visión de la peña. Comenzamos a andar desde los invernales de Texu, y la subida nos llevó unas tres horas con un descanso en el collado Vallejo. Que decir de la sensación cuando descubres por fin el refugio al pie del gigante de piedra, rodeado de un paisaje que supera todo calificativo. Una hora y media para soñar disfrutamos en esa altura, con el corazón y los sentidos dilatados.


El Naranjo ha sido un reto para muchos alpinistas, desde su primera y heroica ascensión por el Marqués de Villaviciosa acompañado del Cainejo, un pastor natural de Caín. Sus paredes verticales que se elevan al cielo han sido también escenario de diversas tragedias que le han dado cierta aureola de montaña maldita. Sin embarga allí se ergía mudo delante de este observador que no se cansaba de contemplarle sin descanso.


El tercer dia subimos al pueblo de Tresviso, por el Canal de Urdón, una increíble senda que sabiamente gana al duro murallón arriba del cual descansa nuestro pequeño pueblo. Durante mucho tiempo este fue el único camino que llegaba hasta el, y ciertamente es una buena cuesta, pues el camino hace diferentes y empinados zig-zas, y se asoma a diversos despeñaderos con unas vistas espectaculares.


Empecé bastante atrás, pero a mitad de subida me sentí como en mis mejores épocas y fui remontando posiciones sin ninguna dificultad, alcanzando el pueblo como tal cosa. Un sitio ciertamente privilegiado, ahora ya conectado con carretera, en el que merecería la pena perderse alguna temporada


jueves, 15 de septiembre de 2011

LA IMPORTANCIA DEL ENTRENAMIENTO

Os dejo este artículo relativo a la importancia del entrenamiento a largo plazo, si realizamos una actividad física, como puede ser correr o el senderismo, y queremos exigirnos un poco más. El artículo se refiere al trail-running, o carreras por montaña, pero su filosofía se puede aplicar a todo tipo de deporte.El entrenamiento es vital en cualquier deporte, y el trail running no iba a ser menos. Las distancias y los desniveles propios de este deporte hacen que sea necesario entrenar duro, pero hay tantas formas de entrenar como corredores. Por eso nos pareció interesante este post del corredor estadounidense Geoff Roes, en el que da su opinión al respecto.

“No es un secreto que la práctica consistente de un deporte nos puede llevar a importantes mejoras a la hora de competir en esa disciplina. Pero no todo es tan simple. En el caso del trail running se puede pensar que se trata de cuanta distancia podemos llegar a correr, y eso es diferente en el caso de cada persona.

Pero en el caso de corredores por montaña experimentados, creo que hay una tendencia a correr muy frecuentemente que correr demasiado. Creo que la consistencia es crucial para maximizar el potencial de cada uno de nosotros, pero en el caso de actividades físicamente degradantes, como la nuestra, soy de la opinión de que la consistencia a largo plazo es mucho más importante que la consistencia a corto plazo. Es decir, que creo que es mejor ser consistente durante meses o años que serlo durante días o semanas.

¿Por qué es la consistencia a largo plazo tan importante en este deporte? Correr 80 o 150 kilómetros no es una cuestión de de precisión o ajuste. Es una cuestión de fortaleza y resistencia física y mental arraigadas, las cuales se desarrollan a través de una serie de pequeñas adaptaciones que realizamos a través de varios años.

No importa cuánto entrenemos los dos o tres meses antes de correr una carrera de estas distancias; vas a tener que trabajar muy duro en esa carrera. Por supuesto, hay algunas excepciones, pero todos los que conozco han sufrido muchísimo en su primer ultra trail.

En el otro lado, veo a muchos corredores –como yo mismo- que han entrenado duro a lo largo de muchos años e incluso décadas que han sido capaces de llevar a cabo esas pequeñas adaptaciones graduales de forma que pueden correr cada pocas semanas sin sufrir grandes “pájaras” como les pasa a los principiantes.

Recuerdo que después de correr mi primera carrera de 50 millas, alguien me dijo que tenía que continuar corriendo estas distancias regularmente para que mi cuerpo se fuera acostumbrando a estos esfuerzos de forma que mi cuerpo no sufriera ni siquiera al día siguiente de una carrera así. Ahora, cinco años después, mi cuerpo apenas está dolorido tras una carrera de 50 millas.

De todas formas, si has leído hasta aquí, seguro que has podido pensar que está muy bien lo de la consistencia a largo plazo, pero que también la consistencia a corto plazo lo es. Hasta cierto punto, creo que no lo es, porque, desde mi experiencia personal, la forma más probable de ser consistente a largo plazo es no centrarse en la consistencia a corto plazo, la cual puede llevar a que suframos lesiones o fatiga que limitan el trabajo a largo plazo.

De esta forma, creo que, en lugar de centrarse en correr una determinada cantidad de kilómetros por día o por semana, creo que los beneficios son mayores cuando los corredores salimos a correr cuando nuestro cuerpo y nuestra mente (y las responsabilidades del día a día) nos lo permiten y no tanto cuando pasa al contrario.

Correr 100 millas a la semana a lo largo de un año (aparte de posibles lesiones o fatigas) no te va a hacer mejorar tanto como correr una cantidad constante de millas al año durante varios años. De esta forma, unas semanas o incluso un mes sin que podamos entrenar, no nos hará mella en nuestra capacidad atlética una vez que hayamos logrado realizar esas micro adaptaciones a nuestro organismo. Pero esto es algo que sólo podemos lograr si estamos sanos durante un largo periodo de tiempo.

¿Cómo podemos hacer esto? Pues no centrándonos en la resistencia a corto plazo, sino tomándonos los días uno a uno, dejando que nuestros cuerpos dicten cuándo y cuánto corremos.

Por supuesto, esto es sólo mi opinión y habrá otros corredores que sigan otro plan diferente. Cuando tu cuerpo y tu mente se sienten bien y tienes el tiempo para salir y correr a tope, entonces sal y dalo todo. Pero cuando no te sientes bien o no tienes tiempo para salir a correr, haz lo que tengas que hacer; cuida tu cuerpo y no te estreses por no haber corrido lo suficiente ese día o esa semana. El hecho de no correr esos días, te está haciendo un mejor corredor a la larga”.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Albúm. Travesía Plataforma-Portilla del Rey-Cinco Lagunas

Siempre se regresa uno renovado cuando te enfrentas a un paisaje como el de Gredos. Exuberancia del granito y los peñascos imposibles que estremecen y sobrecogen, y que también hacen sudar lo suyo. Para esta larga marcha nos levantamos bien temprano, a las 6 en el pequeño hotel de Navacepeda de Tormes. Desayuno frio de madalenas y brik de zumo, y antes de despuntar el alba nos acercamos a Navalperal a dejar mi coche. Con el de Jose nos trasladamos los cinco hasta la Plataforma, que mostraba un aspecto solitario a esas horas de la mañana. Un compacto mar de nubes cubría los valles bajos, pero allí arriba despuntaba un magnífico día.



Las sombras retrocedían y se abría paso la cálida luz de la mañana recién estrenada. Ya algunos montañeros, al igual que nosotros subían silenciosos por la cómoda trocha acercándose a los arcanos de Gredos.



Una vez pasado el primer escalón de los barrerones, se alcanza la pequeña planicie y más adelante como de un sueño emergen las afiladas cresterías del circo de Gredos. Comienza el espectáculo, desvelado al caminante madrugador aún con sueño en sus ojos y que no deja de asombrarse ante el paisaje.



Poco antes de ganar la laguna, la abandonamos a la derecha para atravesar su desagüe y ya en la otra vertiente aprovechar un pequeño cervunal para reponer fuerzas



No tenemos noticias de Cruz, Dori, Dani, Jesús y Ricardo que han salido más tarde, por lo que emprendemos la trocha que nos conducirá sin pérdida a la portilla. Hay que remontar una primera loma para iniciar un rápido descenso a una amable zona de praderas





Frente a nosotros la impresionante mole del Cabeza Nevada, nuestro viejo camino va ganando altura sabiamente, a través de diversas lazadas que moderan el sufrido esfuerzo. El paisaje se redimensiona, ascendemos por las paredes de Gredos buscando un paso entre las grandes cimas, la lejana portilla que la vereda nos va acercando. Un último esfuerzo para salvar una incómoda pedrera que desciende desde la cumbre



Por fin hollamos la ansiada portilla, estamos en los hombros de gigantes, somos seres pequeños perdidos en la inmensidad, en ese anfiteatro donde reina el caos y el desorden de las rocas desparramadas por doquier y las esbeltas torres puntiagudas que parecen querer huir de esa vorágine y se elevan al cielo limpio y azul.



Cruzando al otro lado observamos el vacío que se abre a nuestros pies, muy abajo descansa el glaciar de las cinco lagunas como enquistado en el fondo de la roca, y la empresa de bajar hasta el parece una tarea casi imposible, sin embargo hay una serie de hitos, sueltos, diseminados, a veces no se sabe con qué pretensión. Señal, no obstante de que por ahí debe ir la bajada aunque cueste creerlo. Hay que dejar atrás la poesía y aplicarse con tiento en el descenso.



Por fin alcanzamos la laguna, una de ellas, la última y más grande. Miramos atrás aún sobrecogidos por el camino de nuestra bajada. El calmo reflejo del agua nos devuelve la paz, no han concluido nuestros trabajos pero el espíritu reclama un poco de tranquilidad. ¿Por qué llevamos nuestra existencia agitada a todas partes?¿Por qué no sabemos detenernos en el instante, en el ahora, que invita a olvidarse del ego?. A veces nuestro pensamiento es un fantasma que nos aprisiona, hay que liberarse de los apegos, desidentificarnos y asombrarse.



El tiempo va pasando, inmerecidamente rápido, aunque quisiera el senderista divagar por ese mundo recién descubierto, debe conducirse a la realidad e iniciar el descenso que aún será largo. Sin embargo ya sabe el camino e irá recorriéndolo aún con los ojos llenos de aquellos escenarios nuevos que se han abierto ante sus ojos.

Concluyen las obras del día, el mismo sol que le saludó en la mañana le despide mansamente mientras acaricia y baña su rostro en la suave luz del atardecer, vuelven las sombras, más no a su interior iluminado por una claridad nueva. ¿Qué importan ahora los trabajos que le han llevado el día, los cansancios, los malos momentos, las desavenencias? A las 9 de la noche alcanzamos el coche que dejamos allá, hace muchos horas en la mañana.