Encants y lago Sant Maaurici |
Acabo de regresar, prácticamente, de nuestros intensos días araneses, todavía con las imágenes vívidas que el tiempo convertirá en inolvidables. La mente progresivamente va serenándose pero, todavía, en los dinteles de la memoria se conserva fresca la impronta de todos aquellos rincones que han ido asombrando a nuestra retina.
Esta vez el tiempo repartió suerte desigual, dos jornadas magníficas, una pasada por agua –en parte-, y otra que comenzó bastante bien y acabó torciéndose. Pero incluso el mal tiempo tiene algo se sublime cuando se está en el país de las montañas.
Las excursiones no desmerecieron aunque las incidencias, climatológicas, supusiesen cambio de programa. Sin perjuicio de un comentario más detallado más adelante fueron éstas:
- La primera jornada, una travesía entre Saint Maurici y Bahns de Tredós, atravesando el Circo de Colomers y subiendo, opcionalmente, al Tuc de ratera que nos regaló una visión asombrosa del paisaje lacustre a sus píes.
Lago de Besiberri |
- El segundo día, en el que hubo varias opciones, una minoría subimos al lago Besiberri, el “circo pirenaico perfecto”. Allí mientras Clara, Salva, Alfonso y Jesús, subían un poco más hasta el segundo lago, yo me quedé en el primero por espacio de una hora y media, solo, rodeado por una naturaleza y un escenario que rebasaría cualquier calificativo y que me deparó un crisol de sensaciones que creo no podré olvidar. Experimentamos también como cambian las condiciones climatológicas velozmente, y lo que fue una apacible mañana fue trucándose en una tarde tormentosa que no nos ahorró el remojón final aunque ya en una zona fácil de transitar.
- El tercer día, el de peor tiempo, atravesamos la frontera y ya en el lado francés fuimos al estrecho valle de Lys, cerrado espectacularmente por unos contrafuertes montañosos donde contrastaba el verde profundo e intenso de la apretada vegetación, con las cintas blancas del agua que se despeñaba por las cascadas. En teoría era un fácil camino hasta un collado, para situarse en la parte superior de la cascada y bajar por otro sendero acompañando su soberbio salto al vacío. Sin embargo un pequeño despiste y el terreno resbaladizo por la lluvia que se empeñó en acompañarnos lo hicieron un poco más largo y sufrido. Tuvimos que comernos el bocadillo en el interior de los coches, aunque otros optamos por regresar al hotel y descansar en Vielha mientras escampaba el breve temporal-
- por fin el último día teníamos la gran cita con el Montardo, la cumbre aranesa por excelencia, un macizo impresionante cuando se le mira desde abajo, en el aparcamiento donde se dejan los coches y se toman los taxis que trasladan al punto de partida. Es una subida larga y continua con un desnivel de casi 1000 metros y que se puede dividir en cinco tramos separados por pequeñas zonas de descanso. En cada tramo el decorado es distinto y diversas también las sensaciones y los trabajos a realizar.
Desde la cumbre del Montardo |
La visión desde la cumbre recompensa todo esfuerzo, 360º de Pirineos a nuestros pies, neveros relucientes, lagos de azul enquistados en el gris del granito, valles profundos, pedregales inmensos, cretas, picos, praderas herbosas que se asoman al vacío, y el Aneto y las Madaletas al fondo y muy abajo en un fondo casi vertiginoso el aparcamiento donde unas cuatro horas antes dejamos los coches. Comimos en la cumbre notando como la montaña viva latía poderosamente a nuestros pies.
En fin, con todo el equipaje cargado de sensaciones regresa el viajero a su vida cotidiana, reflexionando acerca de las cosas y de sus diferentes tiempos, y que hay un tiempo, limitado, para cada cosa... pero no debemos olvidar otros paisajes que estos días nos han regalado, si se quiere más intimistas: el calor de la buena compañía, los amigos y las amigas que los pasos compartidos nos han ido dando, la tranquilidad y el sosiego del valle escondido, la calidez del trato en el hotel...hemos recargado bien las pilas para afrontar nuevas travesías.
“El paisaje es el lugar de la existencia, es parte de la existencia y los grandes paisajes tienen la virtud de potenciarla. Porque nuestra relación con el entrono está llena de significados vitales...”
(Eduardo Martinez de Pisón)
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